Hay días fáciles, días difíciles y días en los que se mezcla todo y llega un punto en el que no sabemos qué es lo que está pasando. Podría ser un día difícil pero no por ello ser malo. Igual que puede haber días fáciles que en realidad no están tan bien. Porque si es fácil no puede ser muy bueno. Podemos engañarnos o podernos dejar que algo o alguien nos revele lo que en realidad ya sabemos. Es lo que pasa cuando nos cuentan una historia y nos damos cuenta de que ya la hemos vivido. Recuerdo un fin de semana en concreto, dos años y medio atrás. Demasiado tiempo... demasiadas cosas, como las que sucedieron esos días. "Demasiadas cosas en poco tiempo", me dijeron. Y no he escuchado nada más acertado sobre algo que me ha pasado a mí en mi vida. Nadie lo habría descrito mejor. Nadie salvo tú. Sin tan si quiera conocerme, sin saber lo que me había pasado, que existía o conocer una mínima parte de mis razones. Pero lo sabías. Desde antes de conocerme. No sé por qué y tú tampoco. Igual que estas semanas. Demasiadas cosas. Demasiado poco tiempo. Pero nada nunca es demasiado nada. Ni nada está demasiado lejos, ni demasiado cerca. Ni nada se va y sobre todo nada se va para no volver. Como la rosa que vuelve esta noche al lugar donde creció. Y que dentro de un mes veré seguir creciendo en otro logar. Otro estado. De ánimo, también.
Besitos
B