A veces lo mejor que puede pasar es levantarte en una cama que no sea la tuya. En un lugar que no sea tu casa, una ciudad en la que no vives y un país en el que no has crecido. Despertar en Ginebra era todo eso. Era disfrutar del calor del reducido piso mientras fuera no se superaban los 5 grados. Sacar el máximo partido de las pequeñas cosas y nunca mejor dicho. Una cama y dos metros cuadrados más. Suficientes para concentrar en tan poco espacio tantas risas y tantos momentos. Tanto calor en medio de tanto frío.
Besitos
B