Hay cicatrices que van por dentro y no se ven pero se sienten. Las siente la persona que las lleva y pueden llegar a sentirlas hasta las que están cerca de ella. Y luego hay otras que van en la piel. Que se sienten, que dolieron, que perduran y lo harán hasta siempre. Que marcaron un trozo, una parte de algo o alguien. Ahí donde nunca más volvió a ser igual que antes: ya no crece, ya no pasa desapercibido, se nota, pero no se toca porque aún un año después sigue dando miedo. Miedo a que duela, a estropearlo. Mejor dejarlo como esta.. Hoy hace un año que la llevo conmigo. Profunda como el primer día, pero con otra piel, otras sensaciones, otras historias encima de ella, y debajo. Ni el tiempo, ni el agua, ni la sal del mar, ni los besos ni las curas han logrado hacerla desaparecer. Y de ahí sí que derivan esas cicatrices internas, las que no se ven a simple vista y que solo puede ver quien nosotros queramos. Quien nosotros elijamos. Y por supuesto, quien quiera verlas de verdad. Para que luego digan que los besos no duelen. ¿Verdad? Que me lo digan a mí.
Besitos
B