No sé si algún día olvidaré la forma en que me miró,
o los ojos inyectados en sangre de aquella muñeca desnuda.
Lo que sí sé es que me quedaré toda la vida con las ganas de saber
qué sería aquello que me dijo, en un perfecto francés,
pero que a mí, a las puertas de Pére-Lachaise,
me parecieron las palabras más siniestras del mundo.
Besitos
B